a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz y entrañable Natividad




Premio al mejor actor: al baby, al nadó, al bolqueret.
Premio al especialista más arriesgado: al burro.
Premio al efecto especial más oportuno: al golpe de viento q se lleva el presente del reyezuelo desanimado.
Premio a la mejor animación de lo inanimado: al presente del rey pequeñito: 'se va' rodando duna abajo y q 'se cae' en el portal.
Premio al mejor galán de la creación: a san gabriel, le pone los cuernos a josé, se lo cuenta y lo deja más feliz q unas pascuas (nunca mejor dicho :) ).
Oscar honorífico: a la mejor estrella fugaz de la historia del cine en su momento estelar cuando pasa por detrás de los reyecetes.
Premio al esfuerzo dramático: a la posadera.
Premio al aura más conseguida: a la del querubín junto a la estrella en la reunión del portal.


Y ahora otro por si quieres más ternura.

domingo, 18 de diciembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 59

Tampoco la Ascensión de Cristo debe tomarse como ejemplo literal. En la contemplación, deben olvidarse el tiempo, el lugar y el cuerpo.


Y, si vas a hablarme de la Ascensión del Señor y decirme que tiene un significado tanto físico como espiritual, visto que fue su cuerpo físico el que ascendió y que es tanto Dios verdadero como Hombre verdadero, te responderé que Nuestro Señor había estado muerto y luego fue revestido con la inmortalidad, como lo seremos nosotros el día del Juicio. En ese momento, nuestros cuerpos y almas serán tan etéreos que tendremos la capacidad de ir físicamente dondequiera que queramos con la misma rapidez con que ahora podemos desplazarnos con la mente a cualquier sitio. Nos desplazaremos arriba, abajo, atrás, adelante, de lado: todo será lo mismo para nosotros, y será bueno, como dicen los sabios. Sin embargo, en el momento presente no puedes ir al cielo con el cuerpo, sino sólo con el espíritu. Y esto es espiritualmente tan real que no es corporal en absoluto: no se halla encima ni debajo, ni delante ni detrás, ni a un lado ni a otro.

Asegúrate de que todos los que quieren vivir la vida espiritual y la señalada en este libro en particular, cuando lean tales palabras como "elevarse", "entrar" o que la tarea de este libro se llama "movimiento", entiendan con claridad que dicho movimiento no alcanza nada, ni entra en parte alguno en un sentido físico, ni se produce de un lugar a otro. Incluso si a veces se la llama "reposo", no deben pensar que significa permanecer en un lugar y no abandonarlo, ya que la perfección contemplativa es tan excelsa y espiritual en sí misma que, si se entiende de manera apropiada, nos daremos cuenta de que es el polo opuesto de cualquier movimiento o lugar físico.

Tal vez resultaría más razonable llamarla "cambio" en lugar de movimiento, un cambio imprevisible, ya en que la plegaria contemplativa debe olvidarse sobretodo el tiempo, el espacio y el cuerpo. Así pues, sé cuidadoso para no tomar la ascensión corporal de Cristo como ejemplo, de manera que no intentes elevar físicamente la imaginación hacia arriba, ¡como si fueras a ascender más allá de la luna! Tal cosa es imposible espiritualmente. Si fueras a ascender al cielo con el cuerpo como hizo Cristo, podrías tomarlo como ejemplo. Sin embargo, nadie puede hacerlo salvo Dios, tal como Él mismo dice: "Nadie subió al cielo sino el que bajó del cielo y se hizo hombre por amor a los hombres"1. Incluso en el caso de que fuera posible, que no lo es, sólo podría serlo por medio de la máxima actividad espiritual, del poder del espíritu, alejado por completo de todo esfuerzo físico y tensión de la imaginación para ir "arriba", "dentro", "de lado" o lo que fuere.

Abandona un error semejante, ya que es imposible.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 58 (2 de 2)


¿Qué más da que Nuestro Señor fuera visto por los ojos de su madre y sus discípulos mientras ascendía con el cuerpo hacia el cielo? ¿Por esta razón vamos mirar hacia arriba cuando nos dediquemos a la contemplación, esperando verlo sentado en el cielo, o de pie, tal como lo vio san Esteban? No, ya que no se reveló en forma humana a san Esteban para enseñarnos que debíamos mirar físicamente hacia el cielo en nuestra vida espiritual, si es que por ventura también pudiéramos verlo como hizo san Esteban, ya fuera sentado, acostado o de pie. Nadie sabe lo que hace con su cuerpo en el cielo, si está sentado, de pie o acostado. Tampoco nadie necesita saber nada más, salvo que su cuerpo se halla inseparablemente unido a su alma. Su cuerpo y su alma, esto es, su humanidad, se hallan inseparablemente unidos a su divinidad. No necesitamos saber si se halla sentado, de pie o acostado, sino sólo que está ahí, haciendo lo que le place, ya que Nuestro Señor siempre hace con su cuerpo lo que mejor le convenga, sea lo que fuere. Así pues, cuando se aparece a alguien en una postura cualquiera a través de una visión, lo hace con algún propósito espiritual y no porque en realidad adopte semejante postura en el cielo.

Un ejemplo lo ilustrará: la expresión "mantenerse en pie" implica buena disposición para ayudar a alguien. Así, es frecuente que un amigo le diga a otro cuando están enzarzados en un combate: "¡Coraje, viejo amigo, lucha y no pienses en rendirte, que yo me mantengo en pie a tu lado!". Con esto no quiere decir que esté físicamente de pie a su lado, ya que podría tratarse de un combate a caballo y no a pie derecho, o en el que se avanza en lugar de permanecer en posición estacionaria. Lo que quiere decir con "mantenerse en pie" es que está dispuesto a ayudarle. Es por esta razón que Nuestro Señor se apareció a san Esteban en el cielo de manera física durante el martirio del santo, y no para proporcionarnos un ejemplo de mirar hacia el cielo. Fue como si le estuviera diciendo a san Esteban, representante de quienes sufren persecución por amor hacia Él: "Esteban, es tan cierto que puedes confiar que me mantengo en pie a tu lado espiritualmente, dispuesto a ayudarte por el poder de mi divinidad, como que he abierto el firmamento del cielo y he dejado que me veas de pie. Por tanto, manténte firme en la fe y soporta con coraje las terribles heridas que te infligen las duras piedras. Te coronaré en el cielo como recompensa, y no sólo a ti, sino también a todos los que sufren persecución por mí".

De manera que, como puedes ver, tales demostraciones externas se realizan con fines espirituales.

La nube del no saber │ cap. 58 (1 de 2)

El ejemplo de san Martín y san Esteban de mirar hacia arriba durante la plegaria no debe tomarse con literalidad.


En relación con lo que dicen de san Martín y san Esteban: aunque estos santos vieran tales cosas con sus ojos físicos, se trataba manifiestamente de un milagro que demostraba una verdad espiritual. Saben muy bien que Cristo nunca se vistió en realidad con la capa de san Martín, que la necesitaba para protegerse del frío, sino sólo de manera milagrosa, como un recordatorio para todos nosotros de que podemos salvarnos y unirnos espiritualmente con el cuerpo de Cristo. Quien vista a un pobre o haga el bien a los necesitados por amor a Dios, ya sea de manera física o espiritual, puede tener la seguridad de que lo hace espiritualmente a Cristo y será recompensado como si lo hubiera hecho de verdad al cuerpo de Cristo1. El mismo Cristo lo dice en el Evangelio, pero no consideró que fuera suficiente a menos que lo confirmara después por medio de un milagro, y por este motivo se apareció a san Martín en una revelación especial. El significado de todas las visiones de Cristo en forma humana es espiritual. Y creo que, si quienes las experimentaron hubiesen sido lo suficientemente espirituales o percibido su significado espiritual, nunca se les habría aparecido en forma física. Por tanto, desechemos la cáscara y comamos el dulce fruto.

¿Cómo? No como hacen los herejes, ya que pueden comparárseles a los locos que tienen por costumbre beber de una hermosa copa para arrojarla luego contra la pared y romperla. Si queremos progresar, no haremos nada parecido. Quienes se alimentan del fruto no desprecian el árbol ni tampoco, una vez han bebido, rompen la copa de la que bebieron. El árbol y la copa se parecen al milagro que podemos ver, como todas las prácticas externas cuando ayudan y no entorpecen al espíritu. Y el fruto y la bebida se parecen al sentido espiritual detrás del milagro visible, de las prácticas externas apropiadas, como levantar los ojos y las manos hacia el cielo. Si se observan por mandato del espíritu, las prácticas son buenas; de lo contrario, las moverá la hipocresía y serán falsas. Si son sinceras y contienen un fruto espiritual, ¿por qué despreciarlas? Los hombres besarán la copa que contiene el vino.

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1. Cf. Mt 25:40.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 57

Cómo algunos jóvenes discípulos presuntuosos interpretan mal la palabra arriba y los errores que resultan de ello.

No diré más por el momento sobre estas cuestiones, ya que debo proseguir para que veas cómo los jóvenes discípulos presuntuosos interpretan de manera incorrecta la palabra "arriba". Cuando leen u oyen que alguien lee o habla sobre cosas tales como que los hombres deben elevar sus corazones hacia Dios, al instante se ponen a mirar las estrellas como si quisieran viajar más allá de la luna y escuchar a los ángeles cantando en el cielo. En sus fantasías mentales, atraviesan los planetas y agujerean el cielo, ¡para mirar a través del agujero! Confeccionan un Dios a su gusto, lo visten con ropajes magníficos y lo sientan en un trono. ¡El resultado es más extravagante que cualquier pintura! También confeccionan ángeles que tienen forma humana, los colocan alrededor de Dios y ponen distintos instrumentos musicales en sus manos, ¡todo mucho más extravagante de lo que jamás se haya visto u oído en la tierra!

El demonio engaña a algunos de ellos de manera casi asombrosa. Les envía una especie de rocío que ellos toman por alimento de los ángeles, un rocío que sale del aire, por así decirlo, y cae con dulzura y suavidad en sus bocas. En consecuencia, ¡adquieren la costumbre de sentarse boquiabiertos, como si cazaran moscas! En realidad, todo eso no es más que piedad fraudulenta, pues en tales momentos sus almas carecen de auténtica devoción. Lo que habita en sus corazones es la vanidad y el error, causados por sus descabelladas prácticas. Tanto es así que a menudo el demonio les engaña el oído con extraños sonidos, la vista con curiosas luces y destellos, y el olfato con maravillosos aromas, ¡y todo es falso!

Sin embargo, semejantes hombres no lo advierten. Se dedican a buscar ejemplos de la ocupación de mirar hacia lo alto, como san Martín, que vio por revelación a Dios vestido con una capa en medio de los ángeles1, o como san Esteban2, que vio a Nuestro Señor arriba en el cielo, y como otros muchos santos. Y buscan también ejemplos en el mismo Jesucristo, ya que sus discípulos lo vieron ascender con el cuerpo hacia el cielo. Sostienen, en consecuencia, que debemos mirar hacia arriba. Estoy dispuesto a conceder que, en lo concerniente a la observancia de prácticas corporales, debemos levantar los ojos y las manos en caso de que el espíritu nos mueva a hacerlo. Sin embargo, el trabajo de nuestro espíritu no va ni arriba ni abajo, ni adelante ni atrás, ni a un lado ni a otro, como un objeto físico, pues no es físico ni se alcanza de manera física, sino que es espiritual.

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1. Según la tradición, san Martín dio la mitad de su capa a un pobre que iba desnudo y Cristo se le apareció al día siguiente vestido con la capa.
2. Cf. Hch 7:55-56.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 56

La decepción que sufren quienes confían más en los propios recursos intelectuales y el conocimiento humano que en las enseñanzas de la Santa Iglesia.


Hay algunos hombres que, debido al orgullo, la ingenuidad natural de sus mentes o la erudición, si bien no caen en los errores que acabo de mencionar, abandonan la doctrina y el consejo comúnmente aceptados de la Santa Iglesia. Estos hombres y sus seguidores confían demasiado en lo que aprendieron por sí mismos y se merecen tener una falsa experiencia, elaborada y falsificada por su enemigo espiritual, dado que nunca fueron iniciados en la experiencia "ciega" y humilde de la contemplación ni tampoco en la vida virtuosa. Así pues, al final blasfeman contra los santos, los sacramentos, las leyes y los mandamientos de la Santa Iglesia. Estos hombres mundanos y mentirosos, que piensan que las leyes de la Santa Iglesia son demasiado duras como para que puedan ayudarles a enmendar sus vidas, se ponen con excesiva facilidad y prontitud de parte de los herejes, a quienes apoyan con ardor. Y todo porque creen que éstos les conducirán por un camino más cómodo que el trazado por la Santa Iglesia.

Ahora bien, creo firmemente que todos los que no sigan el camino difícil hacia el cielo irán por el fácil hacia el infierno, como algún día todos descubriremos por nosotros mismos. Creo que si nos fuera concedido el poder de contemplar la situación en la que se encontrarán tales herejes y sus seguidores el día del Juicio, los veríamos doblegados no sólo bajo el pesado fardo de su vergonzosa desfachatez al persistir en el error, sino también bajo el peso de los horribles pecados del mundo y la carne que practicaron en secreto, pues descubriremos que son obscenos y corruptos pese a su aparente virtud. Con razón se los llama discípulos del Anticristo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 55

Errores de quienes reprueban el pecado con fervor y sin la debida prudencia.


El maligno engañará a varios hombres como sigue: encontrará la manera más sorprendente de hacerlos arder en deseos de defender la ley de Dios y destruir los pecados de los demás hombres; jamás los tentará con nada que sea abiertamente malvado. Los tornará semejantes a esos clérigos atareados que escudriñan en cada precepto de nuestra vida cristiana, igual que hace el abad con sus monjes ya que los hombres engañados no vacilan en reprendernos a todos por nuestras faltas, como si ellos estuvieran al cuidado de nuestras almas. En nombre de Dios, consideran que su deber no es otro que denunciar las faltas que ven. Dicen que se sienten movidos por la ferviente caridad y el amor de Dios que hay en sus corazones, pero mienten. Lo que nace de su imaginación y sus mentes es el fuego del infierno.

Que esto es cierto lo demuestra lo siguiente: el demonio es un espíritu y no posee más cuerpo que un ángel. Sin embargo, cuando el demonio o los ángeles, con el permiso de Dios, adoptan un cuerpo con el fin de hacer algo en relación con un ser humano, todavía conservan alguna cosa "reconocible" de su yo esencial. Las Escrituras nos proporcionan ejemplos al respecto. En el Antiguo y el Nuevo Testamento, cuando se envía un ángel con forma corpórea, se muestra siempre cuál es su verdadera naturaleza o misión, bien a través de su nombre, bien a través de algo que hace o lo pone de manifiesto. Lo mismo sucede con el maligno. Cuando se nos aparece con aspecto corpóreo, deja adivinar de alguna manera visible lo que sus siervos son en espíritu.

Déjame que ponga un solo ejemplo. Entiendo por seguidores del espiritismo, por nigromantes, a las personas que declaran conocer la manera de invocar a los espíritus maléficos y a quienes el maligno se ha aparecido en forma corpórea. Sea cual fuere la forma que el demonio adopte, siempre presenta un único orificio nasal, grande y ancho, que levanta con agrado para que los hombres puedan ver su cerebro a través de él. Y su cerebro no es más que el fuego del infierno, ya que no puede tener otro. Todo lo que quiere es conseguir que un hombre mire, ya que, al mirar ahí, ese hombre habrá enloquecido para siempre. Sin embargo, el practicante experimentado de las artes nigromantes sabe muy bien todo eso y puede disponer las cosas de manera que él no sufra ningún daño.

Así es, tal como lo cuento: siempre que el demonio adopta forma humana deja adivinar de manera visible lo que sus siervos son en espíritu. Al actuar así, el demonio inflama la imaginación de sus contemplativos con el fuego del infierno, tanto que éstos se lanzan de improviso a dar sus puntos de vista de la manera más indiscreta y se creen con derecho a condenar las faltas de los demás hombres sin esperar alguna, antes de esperar lo suficiente para hacerlo. La división propia de la nariz humana, el tabique que separa un orificio del otro, indica que el hombre debe poseer clarividencia espiritual y saber cómo distinguir lo peor de lo malo, lo malo de lo bueno y lo bueno de lo mejor antes de emitir un juicio sobre algo que haya visto u oído en su derredor. (El cerebro del hombre representa espiritualmente la imaginación, ya que por su naturaleza ésta mora y opera en la cabeza.)

sábado, 29 de octubre de 2011

La nube del no saber │ cap. 54

La contemplación hace que una persona se vuelva sabia y atractiva, tanto de cuerpo como de alma.


Todos los que se comprometen con la tarea de la contemplación descubren que ésta tiene efectos beneficiosos tanto para el cuerpo como para el alma, ya que los convierte en más atractivos a los ojos de quienes los observan. Tanto es así que incluso el hombre más feo del mundo convertido en contemplativo descubre de repente –otra vez por medio de la gracia– que es otro distinto. Todas las buenas personas con las que se encuentra se sienten contentas y satisfechas con su amistad, espiritualmente renovadas y auxiliadas por la proximidad de Dios gracias a su compañía.

Por tanto, procura conseguir este don mediante la gracia, pues todo el que lo posea de verdad será capaz de dominar tanto sus pasiones como a sí mismo en virtud de este hecho. Cuando lo necesite, le proporcionará discernimiento para comprender el carácter y las necesidades de la gente. Le dará la habilidad de sentirse como si fuera un familiar con cualquier persona que hable, pecador común y corriente o no, sin por ello pecar él, para asombro del espectador, y tendrá efectos magnéticos en los demás,atrayéndolos por la gracia a la misma tarea espiritual que practica.

Su rostro y palabras estarán llenas de una ferviente y fructífera sabiduría espiritual, segura y libre de falsedad, alejada del afectado fingimiento propio de los hipócritas, pues son ellos quienes concentran todas sus energías en aprender a hablar de manera farragosa y evitar así ponerse en ridículo para lo cual utilizan humildes lamentos y continuas muestras de devoción. Están más ansiosos por parecer santos a los ojos de los hombres que a los de Dios y los ángeles. ¿Por qué les preocupa y agravia mucho más un ritual poco ortodoxo o una palabra levemente inoportuna o indecorosa que mil pensamientos vanos u otros tantos impulsos pecaminosos y nauseabundos que acumulan en el interior de manera deliberada? Se abandonan con temeridad a tales impulsos ante los ojos de Dios, los santos y los ángeles del cielo.¡Oh, Dios mío, cuando por fuera hay tanto lamento humilde, mucha debe ser la soberbia que hay por dentro! Estoy dispuesto a admitir que resulta apropiado y decoroso expresar la humildad del corazón por parte de quienes son en verdad humildes tanto de palabra como de obra. Sin embargo, no puedo admitir que la humildad deba expresarse con voz temblorosa o aguda, contraria a la inclinación natural de quien habla, ya que el honesto habla con sinceridad. La voz es tan profunda como el espíritu. Si un hombre tiene de natural una voz clara y potente habla con un tono patético y chillón –suponiendo, claro está, que no esté enfermo o hablando con Dios o su confesor–, estaremos ante una muestra evidente de hipocresía, tanto si se trata de un joven como de un anciano.

¿Qué más puedo decir sobre estos perniciosos errores? Entre el secreto orgullo que se oculta en lo más profundo de sus corazones y las humildes palabras que salen de sus labio, creo de verdad que sus lastimosas almas se sumirán muy pronto en el dolor, a menos que tengan la gracia de abandonar el fingido gimoteo.

La nube del no saber │ cap. 53

Varias consecuencias desafortunadas en que caen los falsos contemplativos.

Los gestos y palabras que provoca esta contemplación deforme o cualquier otra similar en quienes se descarrían son realmente asombrosos, mucho más que los gestos y palabras de los auténticos discípulos de Dios, ya que estos últimos tienen siempre el más correcto de los comportamientos, ya sea físico o espiritual. Sin embargo, ¡no ocurre así con los primeros! Quien se tome la molestia de observarlos mientras están sentados en una ocasión semejante, podrá ver que, en el caso de estar con los ojos abiertos, tienen la mirada extraviada como si estuvieran locos y se ríen por lo bajo como si vieran al demonio. (¡Desconfía, pues el maligno no anda muy lejos!) Algunos entornan los ojos como si fueran estúpidas ovejas que han recibido un golpe en la cabeza y pronto van a morir. Otros dejan que sus cabezas cuelguen de lado, como si tuvieran un gusano en la oreja. Hay quienes, cuando tienen que hablar, lo hacen con voz chillona como si carecieran de espíritu, característica propia de los hipócritas; y otros que lloran y gimotean porque tienen en semejante ocasión una necesidad ansiosa de decir lo que piensan. Los herejes son parecidos, y también todas las personas cuya mente imaginativa y presuntuosa los hace persistir en el error.

Si un hombre alcanzara a ver todo lo que hacen, lo que vería sería que se comportan con gran agitación y ningún decoro. Aun así, son lo bastante astutos como para mostrarse comedidos ante los demás. Sin embargo, sospecho que si pudiera vérseles en su casa, allí dejarían de ocultarlo. Y sospecho también que si alguien les llevara la contraria en sus opiniones, muy pronto, en algún momento u otro, los veríamos explotar en un arrebato de furia... ¡Y todavía siguen creyendo que todo lo hacen por amor a Dios y en defensa de la verdad! A menos que Dios realice un milagro de misericordia para que se detengan, estoy convencido de que seguirán "amando a Dios" de esta manera durante tanto tiempo que terminarán en manos del demonio, locos de atar. No digo que el demonio tenga un sirviente tan perfecto como para que sea engañado y corrompido por los delirios que aquí describo, aunque es posible que más de uno se corrompa con ellos. Lo que digo es que, por más que el demonio no se apodere por completo en la tierra de un hereje o un hipócrita, es responsable de algunas de las cosas que he mencionado o mencionaré si Dios me lo permite.

Hay algunas personas tan propensas a adquirir estas costumbres en su porte que, cuando escuchan alguna cosa, ladean la cabeza de manera estrafalaria y alzan el mentón. Boquiabiertos, dan la impresión de que quieren escuchar por la boca y no por las orejas. Algunos, cuando hablan, subrayan sus palabras señalando con los dedos, bien hacia los de la otra mano, bien hacia su pecho, bien hacia a la persona a la que hablan. Otros no pueden permanecer sentados, de pie o acostados sin mover los pies o agitar con nerviosismo las manos. Algunos hablan haciendo grandes ademanes con los brazos, como si nadaran en el mar. Otros sueltan constantemente risitas o ríen a cada palabra que dicen, como si fueran mujeres de vida disoluta o vulgares bufones que no saben cómo comportarse. Es mucho mejor expresarse con modestia y comportarse con sobriedad, serenidad y felicidad genuina.

No digo que todas estas gesticulaciones impropias sean grandes pecados en sí mismas, ni tampoco que quienes las efectúan sean grandes pecadores, pero sí que tales aspavientos, cuando predominan de tal manera que ya no puede prescindirse de ellos, se convierten en claro signo de orgullo, conocimiento distorsionado, exhibicionismo desordenado y curiosidad pecaminosa. Y, sobre todo, revela un corazón inestable, una mente intranquila e incapaz para llevar a cabo lo que este libro insta a hacer. Ésta es la única razón que me ha llevado a mostrar aquí los errores que he descrito, de manera que el contemplativo pueda comprobar cuáles son sus progresos.

martes, 4 de octubre de 2011

La nube del no saber │ cap. 52

Cómo algunos jóvenes discípulos presuntuosos interpretan mal la palabra "dentro" y los errores que resultan de ello.

La locura de la que hablo se produce así: leen o escuchan a alguien decir que deben detener la actividad "exterior" con el trabajo de sus mentes y luego trabajar dentro de sí. Y, dado que desconocen lo que significa la palabra "dentro", lo hacen de manera incorrecta, ya que vuelven la mente física hacia el interior del cuerpo, lo que es antinatural, y se esfuerzan como si quisieran ver espiritualmente con sus ojos físicos, escuchar por dentro con sus orejas exteriores, oler, gustar y sentir por dentro, y así sucesivamente. De manera que distorsionan el orden natural y someten sus mentes a esfuerzos tan innecesarios por medio de un falso ingenio que al final sus cerebros se trastornan. Es entonces cuando el demonio puede engañarlos con luces y sonidos falsos, aromas deliciosos y sabores maravillosos, que se avivan y encienden en sus corazones, estómagos, espaldas, riñones o extremidades.

En medio de este ensueño se imaginan que están contemplando con placidez a su Dios, libres de vanos pensamientos. Y así se hallan en cierto sentido, pues se encuentran tan henchidos de falsedad que un poco más de vanidad no puede perturbarlos. ¿Por qué? Porque es el mismo demonio quien obra en ellos, del mismo modo que también los tentaría si fueran por el camino correcto. Como sabes muy bien, el demonio no avisa de sus propios designios. Por miedo a despertar las sospechas del contemplativo, no alejará a Dios por entero de sus pensamientos.

domingo, 2 de octubre de 2011

La nube del no saber │ cap. 51

Debemos ser muy cuidadosos para no entender literalmente lo que tiene un significado espiritual y, en particular, las palabras "dentro" y "arriba".

Por tanto, presta atención con humildad al movimiento invisible del amor que sale de tu corazón. No me refiero a tu corazón físico, claro está, sino al espiritual, esto es, la voluntad. Sé cuidadoso para no interpretarlo que tiene un sentido espiritual en un sentido material. El error fructifica en los caprichos terrenales y mundanos propios de las imaginaciones fantasiosas.

Puedes ver ejemplos de tales errores en cosas de las que te he hablado, como ocultar a Dios el deseo que sientes por Él. Por ejemplo, si te hubiera dicho al principio que le mostraras tu deseo, lo habrías entendido de manera mucho más literal que ahora, cuando te digo que lo ocultes, ya que en este momento eres plenamente consciente de que lo que se esconde de manera deliberada es algo que se guarda en lo más profundo del espíritu. Así que creo que es muy importante vigilar en extremo la manera de entender lo que se dice en un sentido espiritual, para que lo interpretes así y no en un sentido literal. Debe ponerse particular cuidado en dos palabras, "dentro" y "arriba". Tengo la impresión que la manera incorrecta de interpretarlas ha sido causa de buen número de errores y malentendidos entre quienes aspiran a convertirse en contemplativos. Sé algo de tales asuntos tanto por propia experiencia como por lo que me han contado, y es sobre estos errores sobre los que ahora me propongo hablar.

Los jóvenes discípulos de la escuela de Dios, recién convertidos, creen que pueden dedicarse a la contemplación –de la que han escuchado leer o hablar a alguien, o quizá sobre la que han leído ellos mismos– sólo por el corto tiempo que han empleado en plegarias y penitencias como resultado del consejo de su respectivo confesor. Cuando uno de tales discípulos oye hablar de la "contemplación" y, en particular, de aseveraciones tales como que "un hombre debe ascender por encima de sí mismo" o "concentrar sus fuerzas dentro de sí", las interpreta mal de inmediato debido a la ceguera espiritual y una concepción literal y distorsionada, y piensa que ha sido llamado a la tarea de la contemplación a través de la gracia sólo por haber encontrado en su interior un deseo innato hacia lo místico. Así pues, en el caso en que su director esté en desacuerdo en que deba iniciarse en dicha tarea, no tarda en encontrarle defectos. Creo que no es posible dar con nadie que piense como él y es probable que se lo diga a otros que son del mismo parecer. De manera que muy pronto, con el atrevimiento y presunción propias del intelecto obstinado, abandona la plegaria humilde y la penitencia, y emprende lo que cree que es la auténtica tarea espiritual para su alma; y una tarea semejante, en el caso de que llegue a emprenderla de verdad, no es material ni espiritual. En pocas palabras, es algo antinatural, cuyo principal agente es el demonio. Es el camino más rápido hacia la muerte, tanto física como espiritual, ya que no es sabiduría sino insensatez y conduce a los hombres a la locura. Aunque ellos no lo crean así, ya que lo que quieren con esta tarea es no pensar en nada salvo en Dios.

domingo, 18 de septiembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 50

El amor puro; algunos rara vez sienten consuelo, mientras que otros lo sienten a menudo.

Así pues, debemos concentrar toda nuestra atención en el humilde movimiento del amor que sale de nuestra voluntad, como puedes ver. En cambio, debemos mostrar indiferencia, por así decirlo, hacia todas las demás manifestaciones de dulzura y consuelo, no importa cuán santas y placenteras sean. Si llegan, bienvenidas sean, pero no dependas de ellas, pues te debilitarán. Permanecer largo tiempo entre dulces emociones y lágrimas te sustraerá demasiado de ti mismo. Y puede incluso que te sientas tentado a amar a Dios sólo por el hecho de poseerlas. Sabrás que es así cuando veas que su ausencia te apena demasiado, ya que se deberá a que tu amor no es puro ni perfecto, pues el amor puro y perfecto admite que el cuerpo halle alivio y consuelo en las dulces emociones y las lágrimas, pero no se apene cuando desaparecen sino al contrario, que se alegre de no tenerlas si ésta es la voluntad de Dios. En algunas personas, la contemplación va casi siempre acompañada de consuelos de esta clase, mientras que otras apenas experimentan dulzura, consuelo y dicha.

Todo depende de la disposición y el mandato de Dios, que se adecuan a la bondad y necesidades de cada persona. Hay personas espiritualmente tan débiles y sensibles que, si no fueran reconfortadas por dulces emociones, les resultaría imposible soportar las distintas tentaciones y tribulaciones a las que son sometidas por sus enemigos físicos y espirituales, y que deben sufrir y combatir a lo largo de su vida. Y hay algunas tan débiles de constitución que ni siquiera pueden llevar a cabo la penitencia apropiada para su purificación. Nuestro Señor, en su gracia, purifica el espíritu de éstas con dulces emociones y lágrimas. Sin embargo, por otra parte hay algunas personas con tanta fuerza espiritual que son capaces de cosechar el consuelo necesario dentro de sus propias almas –mediante la ofrenda de esta amor reverente y humilde, que todo lo excede, y una voluntad obediente– y casi no tienen necesidad de sostenerse con dulces emociones. Si me preguntas cuál de ellas es más santa o más grata a Dios, sólo Él lo sabe.

sábado, 30 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 49

La perfección es en esencia una cuestión de buena voluntad; en esta vida ningún consuelo es esencial.

Así pues, te pido que estés dispuesto a seguir con el mayor entusiasmo el humilde impulso del amor que sale de tu corazón; será tu guía en esta vida y te conducirá a la dicha celestial en la venidera. Es la esencia de toda vida buena y sin él no puede comenzarse ni terminarse ninguna buena obra. No es más que tu buena voluntad en armonía con Dios, y el placer y la alegría que tu voluntad siente ante todo lo que Él hace.

Una buena voluntad semejante es la sustancia de toda perfección. La dulzura y el consuelo, ya sean físicos o espirituales, son accidentes en comparación con la buena voluntad, por muy santos que sean; no son esenciales y dependen de ella. Los llamo "accidentes" porque pueden estar o no presentes en el alma sin que esta se resienta. Estoy pensando en esta vida, por supuesto, pues en el cielo estarán inseparablemente unidos a su sustancia, como lo estará el cuerpo con el que actúan con el alma. La buena voluntad espiritual es su sustancia en este mundo. Estoy convencido de que el hombre que posea una buena voluntad perfecta, tan perfecta como sea posible poseerla en esta vida, será muy feliz y dichoso si ésta es la voluntad de Dios, tanto si recibe consuelo y dulzura como si no.

viernes, 29 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 48

Dios es servido por el cuerpo y el alma, y recompensa a ambos; cómo distinguir el buen consuelo del malo.

No lo digo porque quiero que dejes de rezar en voz alta cuando tengas el impulso de hacerlo ni impedirte que te dirijas a Dios con alguna palabra apropiada y buena del lenguaje corriente, como "Buen Jesús", "Amado Jesús", "Dulce Jesús" y otras parecidas, en el momento que tu alma explote porque rebosa de emoción. ¡Dios no permita que me interpretes mal! No es eso lo que quiero decir. Dios prohibe separar lo que Él ha unido, el cuerpo y el espíritu. Quiere que se le sirva con el cuerpo y el alma, ambos a la vez, y quiere dar su recompensa celestial a ambos. Como anticipo de esta recompensa, Dios inflama a veces el cuerpo de su sirviente devoto con una dulzura y consuelo maravillosos, y no una o dos veces, sino tan a menudo y durante tanto tiempo como a Él le place. Esta dulzura y consuelo no llegan a nuestro cuerpo desde el exterior a través de las ventanas del intelecto, sino más bien desde el interior. Emana y surgen de la abundancia de alegría espiritual y la devoción auténtica del alma. Cuando se poseen, no deben resultar sospechosos; para no extenderme, te diré que creo que quien los disfruta nunca lo ve de este modo. Sin embargo, ¡desconfía de todos los demás consuelos, de la dulzura, la alegría y los sones que te lleguen de repente del exterior y cuyo origen desconozcas, porque pueden ser buenos o malos! Serán buenos si son obra de un ángel bueno, pero serán malos si son obra de un ángel malo. No serán malos si has desechado la indagación espiritual y los esfuerzos emocionales desordenados, ya sea de la manera que te he sugerido o de otras mejores si las conoces. ¿Por qué? Ciertamente, porque la causa de todo consuelo es el movimiento devoto del amor que sale de un espíritu puro. El consuelo está forjado en el alma por la misma mano de Dios Todopoderoso. Por tanto, siempre será independiente de la imaginación o de las equivocadas ideas que los hombres puedan adquirir en esta vida.

No tengo intención por el momento de hablarte de los demás consuelos, sones y dulces emociones, ni de cómo distinguir los buenos de los malos. No porque lo crea innecesario, sino porque lo encontrarás mil veces mejor expuesto por otros, mucho más que cualquier cosa que yo pueda decir o escribir. Podrás encontrar todo lo que te digo al respecto mejor tratado en otros lugares. Sin embargo, da igual, pues no flaquearé ni cesaré en el empeño de satisfacer tus anhelos y el deseo apremiante de tu espíritu, que antes demostraste que poseías por medio de tus palabras y ahora por medio de tus acciones.

Sólo hay una cosa que pueda decirte respecto a ellos: que nos llegan a través de las ventanas de nuestro intelecto y pueden ser buenos o malos. Ejercítate sin descanso en el ciego, devoto y anhelante fluir en el amor del que te hablo, pues estoy seguro de que luego este amor del que te hablo, pues estoy seguro de que luego este amor será capaz de hablarte acerca de ellos. Y si la primera vez que te llegan te quedas perplejo del todo o en parte por falta de costumbre, al menos este fluir del amor habrá hecho una cosa por ti: habrá dado a tu corazón tal solidez que jamás volverá a concederles crédito a menos que te sientas del todo seguro al respecto, bien gracias a la extraordinaria aprobación interior que te preste el espíritu de Dios, bien gracias al consuelo externo que te preste algún prudente director espiritual.

jueves, 28 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 47

La pureza de espíritu; el contemplativo manifiesta a Dios su deseo de muy distinta manera a como lo manifiesta a los hombres.

No debe sorprenderte que te hable de manera pueril y necia, por así decirlo, sin sentido de la oportunidad. Lo hago por ciertas razones y porque creo que durante un tiempo me he sentido impulsado a sentir, pensar y hablar de esta manera con mis otros amigos especiales en Dios, tal como ahora hago contigo.

Una razón por la que te aconsejo que ocultes a Dios el deseo de tu corazón es la siguiente: creo que es la manera más clara de darle a conocer lo que pretendes, la más beneficiosa para ti y la que con más rapidez colmará tu deseo, más que cualquier otra clase de demostración.

A través de esta "demostración oculta", quiero alejarte asimismo de la violencia de las reacciones emocionales, llevarte hacia la pureza y profundidad de la experiencia espiritual y así ayudarte por fin a atar el nudo espiritual del amor ardiente entre tú y Dios, en identidad espiritual y voluntad armónica con Él.

Sabes muy bien que Dios es espíritu y todo el que quiera unirse con Él debe hacerlo con la verdad y profundidad del espíritu, alejándose de cualquier engaño corporal. Es cierto que Dios lo sabe todo y que ninguna cosa, física o espiritual, puede ocultarse a su conocimiento. Sin embargo, dado que es espíritu, el conocimiento que tiene de las cosas ocultas en las profundidades del espíritu del hombre es incluso más claro y obvio que el que tiene de las entremezcladas con el cuerpo, pues lo físico está más alejado de Dios que lo espiritual en razón de su propia naturaleza. Por este motivo, cabe concluir que estaremos más lejos de Dios si nuestro anhelo contiene todo el tiempo algún tipo de elemento natural -como es el caso cuando nos violentamos y forzamos tanto emocional como espiritualmente en un único y mismo momento-, mucho más de lo que lo estaríamos si contuviera mayor devoción, sobrio entusiasmo, pureza y profundidad espiritual.

Aquí puedes vislumbrar, aunque sólo sea en parte, la razón por la que te digo que disimules y ocultes a Dios el apremio de tu anhelo. No te digo que lo oculte sor completo, ya que recomendarte que hicieras algo imposible sería el consejo de un loco, sino que hagas todo lo que puedas por cubrirlo con un velo. ¿Por qué? Porque quiero que te sumerjas en lo más profundo de tu espíritu, lejos de ninguna adicción mental que lo haga menos espiritual y lo aleje todavía más de Dios. Y porque sé muy bien que, cuanto más espiritual se vuelva tu alma, menos emocionales serán tus deseos; más cerca estará el alma de Dios, más le placerá y más evidente será tu anhelo. No estoy diciendo que haya ocasiones en las que Dios vea con más claridad que otras, pues Dios es inmutable, sino que, dado que es espíritu, el alma se le asemeja más cuanto más pura es en espíritu.

Existe otra razón para decirte que disimules tu deseo todo lo posible. Tú, yo y todos los que son como nosotros tenemos tanta tendencia a concebir el sentido material lo que se nos dice en sentido espiritual que si por ventura te animara para que mostraras a Dios el apremio que hay en tu corazón, lo expresarías de manera física, a través del semblante, la voz, las palabras o algún tipo de acción instintiva del cuerpo, del modo como muestras a un amigo lo que hay en el interior de tu corazón; y, en tal caso, tu acción habría carecido de pureza espiritual, pues el camino para mostrar las cosas a los hombres no es el mismo que para mostrarlas a Dios.

miércoles, 27 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 46

Cómo evitar estos errores y trabajar con entusiasmo espiritual más que con vigor físico.

Así pues, sé cuidadoso, no te fatigues emocionalmente en exceso ni quieras ir más allá de tus fuerzas, por el amor de Dios. Trabaja con la alegría del entusiasmo más que con la fuerza física. Cuanto más entusiasta sea tu trabajo, más humilde y espiritual será; cuanto más tosco, más material y propio de un animal. Por tanto, ten cuidado. La bestia que se atreva a pisar la elevada montaña de la contemplación será ahuyentada a pedradas (cf. Hb 12:20; Ex 19:13). En nuestro caso, la bestia son tus emociones animales. Las piedras son duras y secas; cuando dan en el blanco, hieren. Sin duda, esta deformación es inseparable de una concepción materialista y física, y está yerma porque carece del rocío de la gracia. Daña gravemente al alma ignorante, que se pierde en fantasías inventadas y diabólicas. Así que guárdate de comportarte como un animal salvaje y aprende a amar a Dios con gozo sereno y entusiasta, con el cuerpo y el alma en paz. Recuerda lo que has aprendido y espera con humildad la voluntad de Nuestro Señor. No te abalances como un perro hambriento, por más hambre que sientas. Si me permites expresarlo con un ejemplo jocoso, te sugiero que hagas todo lo posible para cubrir con un velo tu enorme e ingobernable ansia espiritual; haz como si no quisieras que Él supiera la alegría que sientes al verlo, tenerlo y sentirlo.

Tal vez pienses que hablo por hablar, de manera pueril. Sin embargo, creo que quien posea la gracia para poner en práctica lo que digo disfrutará de la compañía de un hermoso juego espiritual, del mismo modo que en la tierra el padre juega con su hijo besándolo y abrazándolo.

martes, 26 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 45

Algunos errores que deben evitarse.

Una advertencia, sin embargo. Es posible que el discípulo joven se engañe a causa de su inexperiencia e inmadurez espiritual. A no ser que sea consciente de su situación, posea la gracia para abandonar lo que hace y se deje aconsejar con humildad, puede verse destruido físicamente y alimentar espiritualmente ideas fantásticas. Y ello por un comportamiento orgulloso, materialista y curioso en exceso.

Podría ser muy bien que se engañara de la manera que voy a describir. Un joven que se inicia en la escuela de la devoción, ya sea hombre o mujer, escucha un día que alguien habla acerca de esta aflicción y este deseo ardiente, de cómo un hombre eleva su corazón hacia Dios y anhela sentir constantemente su amor. De inmediato, su torpe mente no entiende estas palabras en el sentido espiritual buscado sino en un sentido físico y material, de manera que abusa de manera escandalosa de las emociones naturales de su corazón. Puesto que carece de la gracia y está lleno de orgullo y curiosidad, agota el sistema nervioso con esfuerzos ignorantes, propios de un animal, y luego cae con rapidez en una especie de sopor físico y espiritual. Esto provoca que se aparte de la vida interior y busque falsas y vanas comodidades físicas en el exterior, en apariencia para solazar el cuerpo y el alma. O, si no le sucede tal cosa, provoca que sienta una incandescencia antinatural dentro de sí a causa del abuso al que somete el cuerpo y la fingida espiritualidad -y la merece, a causa de la cerrilidad espiritual y la irritación física provocada por un pretendido trabajo espiritual que en realidad es físico-, o un fervor espurio engendrado por el maligno, su enemigo espiritual, a través de su orgullo, materialismo y escarceos espirituales.

Aun así, tal vez imagine que se trata del fuego del amor, encendido y avivado por la gracia y bondad del Espíritu Santo. Hay que reconocer que son muchos los males que brotan de esta falsedad; muchas las hipocresías, herejías y errores. En la escuela del diablo, la falsa sabiduría sigue en línea recta al conocimiento engañoso, al igual que el conocimiento verdadero sigue a la experiencia verdadera en la escuela de Dios. Por eso, créeme si te digo que el demonio tiene a sus contemplativos como Dios tiene a los suyos.

Este falso conocimiento y estas experiencias seductoras y engañosas tienen tantas variedades distintas y sorprendentes como estados y temperamentos permitan experimentarlos. También las tienen el conocimiento y la experiencia verdaderos de quienes se salvarán. Sin embargo, no quiero exponerte aquí más engaños espirituales que los que creo que pueden amenazarte en alguna ocasión si tienes la intención de convertirte en contemplativo, pues ¿en qué te ayudaría conocer cómo se descarrían algunos clérigos y laicos de condición diferente a la tuya? Sin duda, en nada. Por tanto, no te contaré más que las cosas que te sucederán si emprendes esta tarea, para que puedas estar en guardia si te asaltan por el camino.

lunes, 25 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 44

Sobre la parte del alma que destruye este conocimiento y conciencia de uno mismo.

Tal vez lo siguiente que me preguntes es cómo destruir esa conciencia desnuda de tu propia existencia. Piensas que, si dicha conciencia fuera aniquilada, todas las demás dificultades desaparecerían también, y tienes razón al pensarlo. En cualquier caso, mi respuesta es que es imposible destruir esta conciencia desnuda que tienes de ti mismo sin la gracia especial que Dios otorga libremente y la total y buena disposición para recibirla. Esta disposición no es otra cosa que una fuerte y profunda aflicción espiritual.

Sin embargo, es preciso que seas prudente al respecto: en este punto, debes tener cuidado y no imponer una tensión excesiva al cuerpo ni al alma. Es mejor que te sientes con tranquilidad y te quedes en silencio, como si durmieras, absorto y sumido en la aflicción. Ésta es la verdadera aflicción, la aflicción perfecta, y todo lo demás irá bien si puedes lograrla en este grado. Todo el mundo tiene algo de qué afligirse, pero mucho más quien conoce y siente su propia existencia. En comparación con esta aflicción, las demás no son más que una copia de la auténtica, pues quien experimenta la aflicción verdadera conoce y siente no sólo lo que esta aflicción es, sino lo que Él mismo es. Deja que quien nunca la haya sentido crea que se aflige, pues todavía no sabe qué es la aflicción perfecta. Cuando la sentimos, purifica el alma no sólo del pecado, sino también del sufrimiento que ésta merecía por su causa. Y hace que el alma esté preparada para recibir la dicha, tanta que le arrebata al hombre la conciencia de su propia existencia.

Cuando esta aflicción es genuina, está llena de santo anhelo, un anhelo sin el cual ningún hombre podría sobrellevarla o soportarla en este mundo. Si el alma no se fortaleciera gracias al buen empeño de este anhelo, no sería capaz de soportar el dolor que ocasiona la conciencia de la propia existencia. Tantas veces como un hombre pueda conocer la conciencia auténtica de Dios -tanto como sea posible conocerla en este mundo-, tantas veces sentirá luego que no puede -ya que descubrirá que su conciencia se sostiene con el conjunto inmundo, informe y nauseabundo de sí mismo que la llena y la deberá odiar, rechazar y expulsar si quiere convertirse en un discípulo perfecto de Dios, como Nuestro Señor enseñó en el Monte de Perfección-, y tantas veces que la aflicción lo hará casi enloquecer. Hasta el punto que se echará llorar y gemir, maldecirá, se acusará y se despreciará a sí mismo. En pocas palabras, pensará que la carga que soporta es tan pesada que dejará de preocuparse de lo que pueda sucederle mientras Dios sea complacido. Ahora bien, pese a esta carga, no querrá dejar de existir: lo contrario sería locura diabólica y desprecio por Dios. Aunque continúe anhelando liberarse de su conciencia, deseará mucho más seguir existiendo y dará gracias a Dios con sinceridad por tan preciado don.

Toda alma debe conocer y experimentar esta aflicción y este anhelo bajo una forma u otra, la que Dios se digne enseñar a sus discípulos espirituales en su buena voluntad. Antes de que puedan unirse a Él de manera perfecta en el perfecto amor -tanto como sea posible hacerlo en esta vida y sólo si Él lo permite-, debe darse la correspondiente preparación en el desarrollo y la buena disposición del cuerpo y del alma.

domingo, 24 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 43

Para convertirse en un perfecto contemplativo, el hombre debe abandonar todo conocimiento y conciencia de sí mismo.

Debes procurar que no obre nada en tu mente o voluntad que no sea Dios. Trata de suprimir el conocimiento y la experiencia de cualquier cosa que se encuentre por debajo de Dios, empujándolo hasta lo más profundo de la nube del olvido. En la tarea que te ocupa, debes comprender que tienes que olvidarte tanto de las demás criaturas -incluidas sus acciones ¡y también las tuyas!- como de ti mismo e incluso de las cosas que has hecho por amor a Dios. El camino del amante perfecto consiste no sólo en amar a lo que ama más que a sí mismo, sino también en odiarse a sí mismo por el bien de lo que ama.

Así es como debes actuar respecto a ti mismo. Debes detestar y aborrecer todo lo que permanezca en tu mente y voluntad a menos que sea Dios. De lo contrario, sea cual fuere este pensamiento, se hallará entre tú y Dios. Será frecuente que odies y detestes pensar en ti mismo, ya que siempre sentirás la masa repugnante y nauseabunda de tus pecados -no particularizarás- que se interpone entre tú y Dios, y que esta masa informe eres tú mismo. Tienes que pensar en el pecado como algo que se identifica contigo, inseparable de ti.

Por tanto, aplasta el conocimiento y la experiencia que tengas de las cosas creadas en todas sus formas y, por encima de todo, de ti mismo, pues del conocimiento y la experiencia de ti mismo depende el conocimiento y la experiencia de las demás cosas. En comparación con la experiencia de ti mismo, todo lo demás se olvida con facilidad. Si quieres tomar la molestia de comprobarlo, verás que, cuando hayas olvidado todas las demás cosas y actitudes -incluidas las tuyas-, la conciencia desnuda de tu propia existencia todavía permanecerá entre tú y Dios. Y dicha conciencia debe desaparecer a su vez antes de que experimentes la contemplación en su perfección.

viernes, 22 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 42

Solo de esta manera, y no otra, el hombre puede llegar a tener verdadera prudencia en todo.

Quizá te preguntas cómo vas a regular con el debido cuidado la comida, la bebida, el sueño, y así sucesivamente. Mi respuesta es breve: "¡Toma lo que venga!". Ocúpate de estas cosas sin interrupción día tras día, no les prestes atención y al final sabrás muy bien, con verdadero discernimiento, cuando empezar y detenerte en todo. No puedo creer que un alma que se dedique con completo abandono a esta tarea de manera permanente, día y noche, cometa errores en los asuntos mundanos. Si eso sucede, pertenecerá al tipo de almas que siempre se equivocan.

En consecuencia, si soy capaz de prestar una atención entusiasta y enérgica a la actividad espiritual del interior de mi alma, podré ver con relativa indiferencia la comida, la bebida, el sueño, la conversación y todo lo demás. Prefiero adquirir el discernimiento apropiado en estos asuntos a través de semejante indiferencia que estar obligado a prestarles una atención detallada, teniendo cada vez que sopesar con gran cuidado los pros y los contras. En realidad, nunca conseguiría adquirir el discernimiento apropiado por este camino, pese a todo lo que pudiera decir o hacer. La experiencia enseña, digan lo que quieran. Por tanto, eleva tu corazón con este ciego arrebato de amor y considera ora el "pecado", ora a "Dios". Dios, al que quieres tener; el pecado, del que quieres librarte. En el momento que lo sepas todo del pecado y Dios te falte, el buen Dios te ayudará, pues será en ese momento que tendrás necesidad de Él.

jueves, 21 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 41

El hombre debe buscar la prudencia en todo salvo en la contemplación.

Si me preguntas acerca de la prudencia con que debes hacer esta tarea, mi respuesta es esta: "¡Ninguna en absoluto!". Con todas las demás cosas, por ejemplo comer, beber y dormir, no pasar calor ni frío, o el tiempo que dedicas a rezar, leer y conversar con tus hermanos cristianos, haz lo que mejor te parezca. En todos estos casos debes emplear la prudencia para no excederte ni en mucho ni en poco. Sin embargo, en lo concerniente a la contemplación, ¡olvídate de la prudencia! Mientras vivas, no quiero que abandones en ningún momento esta tarea.

No digo que debas estar descansando siempre que la practiques, pues sé que es imposible. La enfermedad, cualquier otro transtorno corporal o anímico o alguna necesidad corporal pueden impedírtelo a menudo y supondrán en ocasiones un obstáculo insalvable. Sin embargo, debes dedicarte siempre a esta tarea, si no de hecho, en intención, tanto si estás "de guardia" como si no. Protégete de la enfermedad tanto como puedas, de manera que en la medida de lo posible no seas tú mismo la causa de la flaqueza. No te engaño cuanto te digo que esta tarea pide una gran serenidad y una armoniosa y clara disposición tanto del cuerpo como del alma.

Así que vigila el cuerpo y el alma con sumo cuidado y manténlos tan sanos como puedas, por el amor de Dios. Si caes enfermo pese a todo, ten paciencia y aguarda con humildad la misericordia divina. Es todo lo que se te pide, pues no te engaño si te digo que suele complacer más a Dios la paciencia que se muestra estando enfermo o sufriendo cualquier otra tribulación que la placentera devoción que se muestra estando sano.