a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 16 de agosto de 2014

El dolor

 
Los órganos sanos se mantienen en silencio. Lo que funciona bien pasa desapercibido.

El dolor es todo aquello que se hace notar porque no está bien del todo, desde la sique, el Corazón, las relaciones o el cuerpo (las somatizaciones, contracturas y sobrecargas, nudos en la boca el estómago o en la garganta, agotamiento, falta de apetito, sobrepeso, varices, defectos varios, quemaduras, roturas, desgarros, varices, embolias, infartos, insolación, digestión pesada, tristeza, depresión, ansiedad, insatisfacción, fracasos, duelos, fragilidades y debilidades, mala fama,...).

Todo, todo lo que se haga notar lo llamaremos dolor: concepto ampliado de dolor.

El dolor será para nosotros un lenguaje. Gracias a él sabremos lo que hay que ir sanando. Es de agradecer el lenguaje del dolor. No sentir dolor es un peligro.

Dios nos habla con el lenguaje del dolor. Nos va indicando en cada momento por dónde hay que ir. Al mirar cara a cara al dolor con valentía, al sentirlo, Dios será misericordioso y nos justificará, nos irá sanando con sus manos que es la Naturaleza.

Hay que escuchar y aprender el lenguaje del dolor, las directrices de Cristo. Y para escuchar, silencio interior.

El dolor señala una pena, un daño en el Corazón que debemos reparar. Comprendiendo y conociendo el daño, posibilitamos su reparación, mejorando nuestra capacidad de Amar y redundando en nuestra felicidad. Precisamente, el cómo reparar lo vimos en el post anterior.

El falso yo es quien no comprende, odia y rechaza el dolor. Hasta lo enmascara muchas veces porque no quiere reparaciones. A veces nos confundirá y aplacaremos el dolor con sus apetencias inmediatas, agravando el Corazón (por ejemplo, la ansiedad no se cura comiendo chocolate, ni las frustraciones se ahogan con alcohol). Sabe que irá muriendo con la sanación progresiva y el crecimiento del Corazón.

Y se trata de eso, no? De morir al hombre viejo y renacer al hombre nuevo. Hablando Jesús con Nicodemo le dijo: "el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3, 3).
 

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