a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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martes, 19 de agosto de 2014

La Contemplación: continuando

 

Hay reconocidos místicos maestros de espiritualidad que es bueno ir leyéndolos. El contemplativo distingue lo escrito con el corazón de lo escrito con la mente.

Tenemos un legado impresionante en Occidente a redescubrir y, a la par, reinterpretar. Y, como decíamos, debemos trascender sus palabras para aprender de ellos en verdad y vivir alimentados por el poso que nos dejan.

El Maestro por antonomasia es Jesucristo.
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. (Mt 6, 9-13)
Lo hemos rezado muchas veces tanto privada como comunitariamente. Nos lo sabemos de memoria. Lo rezamos siempre en el mismo sentido. Hasta lo rezamos con el piloto automático.

Ahora esa oración de oraciones se puede meditar en clave de esta espiritualidad. Dios está dentro, oculto tras el falso yo. Lo santificamos en el templo que es nuestro Corazón. El Reino de Cristo se dará cuando seamos todo Corazón y el falso yo se esfume. Su Voluntad es nuestra libertad y nuestra felicidad. Aceptar y querer su Voluntad es ir por donde Él nos va llevando, no por donde queremos ir (es el modo de tener la mente abierta).

El alimento del día para el crecimiento del Corazón, para que nuestras obras sean de Amor. Perdonar a los culpables de alguna pena que padezcamos para que Dios nos perdone las nuestras. Y que nos libre de las argucias del falso yo y de otros falsos yo.

En esos espacios de oración que reservamos al día en soledad, meditamos y contemplamos esas realidades. No contemplamos las ideas y las palabras: trascendiendo a las palabras, contemplamos esas realidades en nuestro ser y en los demás. Es un buen comienzo de sesión.

Para contemplar y renacer hay que volverse como niños. Habrá autores que desarrollarán su "método" de hacerse niños ante Dios. Por el momento, al llamarlo Padre indica que somos hijos. Esa realidad también hay que considerarla.

S. Juan de la Cruz habla de la desnudez espiritual. Y curiosamente, esta desnudez tiene las características de esa infancia espiritual. Así que todos los autores de espiritualidad pueden servir, solo hay que saber tener ese don de lenguas que alguna vez ha sido comentado.

Recordemos que el yo falso no tiene un recorrido hacia el Corazón (entre ambos media pues un abismo) y que el yo consciente generalmente está identificado con el yo falso aunque sospeche de que algo no va bien. En ese caso, ante Dios, debemos "reducirnos a nada".

Si no somos capaces de la humildad, que se da con la consciencia contemplante, mientras no nos salga eso de separar la consciencia del yo falso, mientras no tengamos identificado el yo falso, mientras no discernimos bien,... la consciencia debe anonadarse ante Dios, ante un Dios que todavía no ve, pero sabe que está tras la oscuridad abisal. Ese abismo que media entre el yo falso y el Corazón, y que generalmente lo llaman misterio. Pero que de misterioso tiene poco.

Eso es el morir a sí mismo. El separar la consciencia del yo falso, ésta contemplará al Corazón, a Dios y al Cuerpo: eso es humildad. Entonces escucharemos al dolor causado por las penas del Corazón: es la Cruz. Amar y tomar la Cruz para seguir a Cristo, el Camino hacia la sanación, hacia la salvación, hacia la redención, hacia la resurrección, hacia ese volver a nacer.

Hay otro modo de morir a sí mismo. Es hacerse ofrenda en un ritual sacrificial espiritual (no cruento). Es memorial del sacrificio de Cristo en el monte Gólgota. Cristo murió para Resucitar. Encima de un altar morimos a nuestro yo falso que es el obstáculo para renacer / resucitar con el verdadero yo.

Uno se ofrece a Dios como se ofrece al cirujano en la mesa del quirófano, como se ofrece al fisio para recibir un masaje, como se ofrece al acupuntor para que le reactive la energía, como se ofrece al oculista para que le gradúen las gafas, como se ofrece al dentista para que le arranque una muela infecta,...

Ofrecerse no es algo tan extraño.
 

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